ARGENTINA, 25 DE MAYO DE 2024
Por Teresita Vexenat de Francisco (*)
Las fechas patrias en Argentina son significativas. Además de los actos escolares, institucionales y políticos a mí me gusta reflexionar y resignificar estos acontecimientos históricos que construyeron el país en el cual vivo y amo. Por supuesto que el 25 de mayo no ha pasado desapercibido. Córdoba, provincia donde nací y habito, iba a ser el escenario del “Pacto de Mayo” que no sucedió. Acorde a la tradición de años, el 25 comí locro y fui invitada a participar del proceso de elaboración , en un capilla del barrio Las Violetas. Allí un grupo de compañeros del partido en el que milito (Encuentro Vecinal Córdoba), con la agrupación que los aglutina, La Brochero, están dando un servicio haciendo una escuelita de fútbol. Junto a la comunidad surgió la idea de hacer un locro para esta fecha tan importante y compartirlo con los niños y niñas de la escuelita, la catequesis y sus familias. No cualquiera cocina trescientas porciones de locro, por eso los que saben se hicieron cargo y el resto siguió las instrucciones para que todo saliera bien.
Llegó el momento de repartir y es allí donde me sorprendo con tristeza al ver los pequeños recipientes con los que buscaban el locro. Tuppers y compoteras pequeñas, muy pequeñas para llevar siete, cuatro, dos, porciones de locro. Alguna abuela, criada en otra época, le atinó al tamaño de la olla que tenía que llevar para las raciones que pedía. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Nosotros dábamos mucho? ¿Cuándo cambió la percepción de lo que es una porción? En más de una oportunidad las personas del lugar que nos ayudaban nos decían: “póngale más agua para que alcance”. En nuestro país, parece que es costumbre y tradición que no alcance. Estirar la comida con agua para que nadie se quede sin su plato es práctica arraigada. Uno de los niños que fue a buscar dijo algo así como: “llevo esto a mi casa y vengo acá a comerme dos platos.” ¿Será que no le enseñaron a compartir y a pensar en el resto o es que sabe lo que es tener hambre? ¿Será que sabe lo que es la languidez que duele en el centro del estómago y quiere anticiparse a ello?
Seguramente los sociólogos ya se han preguntado cuánto demora una percepción social en cambiar, en este caso la percepción de cantidad de una porción. Animándome a responder esta pregunta, creo que sin exagerar hay por lo menos tres generaciones de familias para las cuales una porción es el tamaño de una mano cerrada en forma de puño. Su mano, no la mía, porque la mía probablemente sea más grande que la de una mujer de mi misma edad pero en otras condiciones socioeconómicas. Y no lo digo con aires de superioridad ni con la idea de conciencia de clase, que muchos embanderan tener y con la cual adormecen su conciencia, pero que no le da de comer a nadie. Lo digo porque hoy el 60% de los niños, niñas y adolescentes están malnutridos, o en condiciones ambientales y sociales desfavorables. El tamaño de su mano en la adultez no será mucho más grande que el que tienen ahora, lamentablemente. La pobreza puede disminuir con la llegada de un aumento de la actividad económica porque se generan más puestos de trabajo. Pero la pobreza acompañada de la desnutrición ningún trampolín económico la va a desaparecer. Quien no come con los requerimientos nutricionales necesarios de acuerdo a su edad y desarrollo no podrá incluirse en la educación, en el trabajo, no gozará de plena salud.
Hace tiempo atrás escuché a un director técnico de fútbol decir que ya no salen más futbolistas de los potreros, de las canchitas de barrio. Los chicos no han dejado de jugar, a pesar de las distracciones tecnológicas, los chicos han dejado de comer y no resisten los entrenamientos. “Antes se era pobre, pero se comía”, solía decir mi abuela. En otro estrato de la pirámide socioeconómica encontramos restaurantes y bares en los cuales la porción es igual de pequeña, solo que en un plato más lindo, adornado y a un precio exorbitante. Creo que eso también es pobreza.
A la Argentina de 2024 le hace falta un gran acuerdo nacional, como el de 1810 y un acuerdo federal como el de 1816. Un pacto donde se sienten las bases y los mínimos para sacar el país adelante, donde todo el arco político participe y que el resultado no sea botín de aquel que gana las elecciones. Para esto hay que estar dispuestos al diálogo, a trabajar en serio y no subastar el proyecto al mejor postor. Como argentina experimento la sensación de que siempre me venden atada y pretenden que me coma el cuento de que “querer es poder”. La realidad me lo muestra a las cachetadas, quiero y deseo tantas cosas y no puedo. “ El pobre es pobre porque quiere”, te gritan en la cara. ¿Acaso si esta noche querés ser rico mañana tu cuenta bancaria aparece explotada de millones de dólares? La solución no es simple, por supuesto que requiere de un trabajo colectivo, donde cada uno ponga de su parte, los ciudadanos, las instituciones, las ONGS pero también, los gobernantes, la estructura del estado. Nadie se salva solo, espero algún día lo entendamos.
Sueño y trabajo por un país como el que reza la oración por la patria:
“Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda.”
Pd: Una porción de locro equivale a quinientos
gramos.
(*) Licenciada en Ciencia Política
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