viernes, 25 de julio de 2025

 


"La justicia social no es un tema negociable en la doctrina católica"

Religión Digital

18.07.2025 |

La justicia social, en la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), es un elemento doctrinal fundamental que brota de la fe en la dignidad trascendente de la persona humana y se orienta al bien común. No se trata solo de una opción pastoral ni de una postura ideológica, sino que brota primero de la reflexión y la doctrina católica elaborada por el Magisterio de la Iglesia en la historia reciente, pero que tiene su origen en la mismísima Sagrada Escritura.

A diferencia de la justicia conmutativa (que regula los intercambios entre individuos) o de la justicia distributiva (que procura una repartición equitativa de bienes y cargas), la justicia social aborda las estructuras de la sociedad, sus instituciones económicas, políticas y culturales. Tiene como finalidad asegurar que cada persona y cada asociación reciban lo que les es debido según su naturaleza y vocación (Catecismo de la Iglesia Católica, 1928).

Este principio, reafirmado por el Magisterio desde Rerum Novarum hasta Fratelli Tutti, impone deberes concretos a todos los actores sociales: empleadores, trabajadores, legisladores, ciudadanos, e incluso a los Estados y la comunidad internacional. Como afirma Divini Redemptoris, solo una sociedad que garantiza los medios necesarios para una vida digna —un salario justo, acceso al patrimonio, sistemas de protección frente a la vejez, enfermedad o desempleo— puede considerarse ordenada al bien común.

Además, la justicia social denuncia como escandalosas las desigualdades excesivas que contradicen la igualdad esencial entre todos los seres humanos, creados a imagen de Dios y llamados a una misma comunión. Por eso, la Iglesia enseña que la justicia social exige la superación de toda discriminación estructural, la defensa activa de los derechos fundamentales y la promoción de condiciones equitativas de participación y desarrollo humano integral (cf. Gaudium et Spes 29; Catecismo de la Iglesia Católica 1935-1938).

La justicia social es también una forma concreta del amor al prójimo encarnado en las estructuras sociales. Supone ver en el otro un “otro yo” (cf. GS 27), y organizar la sociedad no desde la lógica del privilegio o del mercado sin alma, sino desde la fraternidad, la solidaridad y la opción preferencial por los pobres.

Por eso, la justicia social no es un tema negociable en la doctrina católica. Es parte constitutiva de la evangelización, de la misión y del testimonio de la Iglesia en el mundo. Allí donde se vulnera, o malinterpreta, la Iglesia está llamada no solo a prestar asistencia y sabiduría, sino a transformar estructuras injustas, denunciarlas proféticamente y proponer modelos alternativos inspirados en el Evangelio.

Desarrollo Histórico del Concepto

El camino hacia la plena articulación del concepto de justicia social ha sido un proceso evolutivo fuera y dentro de la DSI.

Aunque la expresión “justicia social” no existía en la Escolástica clásica, sus raíces se encuentran en Santo Tomás de Aquino, quien, al reinterpretar la justicia aristotélica, desarrolló la justicia legal o general, orientada directamente al bien común como fin de la vida social.

El término “justicia social” apareció en el siglo XIX en el neotomismo, donde se definió como aquello que se debe a cada persona por el solo hecho de ser humana, más allá de su posición social. Esta noción buscaba responder a los desafíos del liberalismo y del estado moderno.

A pesar de las reticencias iniciales, el concepto fue asumido y desarrollado por destacados católicos sociales franceses y alemanes. Terminó siendo acogido oficialmente en el Magisterio de la Iglesia, consolidándose como un eje central de la Doctrina Social: 

Pío XI y Quadragesimo Anno (1931): El concepto de justicia social fue formalmente introducido en el Magisterio de la Iglesia por el Papa Pío XI en su encíclica Quadragesimo Anno. La encíclica establece que una “Ley de justicia social” debe regir cualquier modelo económico, prohibiendo que una clase sea excluida de la participación de los beneficios y asegurando que las riquezas sean repartidas de manera que se salve la utilidad común. Destaca que el mundo del trabajo es el principal campo de aplicación de esta ley, siendo el salario justo uno de sus instrumentos esenciales, considerando la dimensión personal y social del trabajo. Además, Pío XI afirmó que las instituciones públicas y el Estado tienen un papel insustituible en adaptar la sociedad a las exigencias del bien común, siempre en colaboración con empresas y la sociedad civil.

El Concilio Vaticano II y Gaudium et Spes (1965): dio dos fundamentos teológicos cruciales a la justicia social:

La dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios y redimida por Cristo, exige que se supere y elimine cualquier forma de discriminación (sexo, raza, color, condición social, lengua, religión) que sea contraria al plan divino.

El destino universal de los bienes, que implica que los bienes creados deben llegar equitativamente a todos, según la justicia y la caridad. El Concilio también hizo un llamado a la creación de organismos dentro de la Iglesia para promover el progreso y la justicia social entre las naciones, lo que llevó a la creación de la Comisión de Justicia y Paz.

Pablo VI y Populorum Progressio (1967): amplió la aplicación de la justicia social a las relaciones comerciales internacionales. Argumentó que la regla del libre comercio no puede regir por sí sola las relaciones internacionales cuando las partes no se encuentran en condiciones de poder económico iguales, ya que los precios que se forman libremente pueden llevar a resultados no equitativos. En este sentido, la encíclica subraya que el libre comercio solo es equitativo si está sometido a las exigencias de la justicia social, abogando por convenciones internacionales para regular precios y garantizar producciones, promoviendo una cierta igualdad de oportunidades. Además, identificó el nacionalismo y el racismo como obstáculos a la solidaridad universal y a la formación de un mundo más justo.

Juan Pablo II: mantuvo la justicia social como un eje de la DSI, identificando la “cuestión social” con la justicia social y vinculándola a las estructuras de pecado. Priorizó el trabajo humano y la lucha por los derechos laborales, defendiendo la primacía del trabajo sobre el capital y el papel de los sindicatos.

Benedicto XVI en Caritas in veritate reafirmó la importancia de la justicia distributiva y social para la economía de mercado, enfatizando que el primer capital a salvaguardar es el hombre, la persona en su integridad. También destacó cómo la globalización puede afectar los derechos de los trabajadores y la solidaridad en el Estado social.

Las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (Medellín, Puebla, Aparecida) han contextualizado y ampliado el concepto, denunciando la miseria como injusticia, integrando la justicia social como un derecho social en la evangelización, y destacando la importancia de que las obras de misericordia estén acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social. Aparecida amplió el concepto para incluir a nuevos pobres y la necesidad de reconocimiento de grupos discriminados por etnia, género, y cultura, afirmando que la injusticia social no se reduce a la redistribución económica, sino que también implica el reconocimiento de las diversidades.

Francisco ha continuado esta línea, enfatizando en Evangelii Gaudium que nadie puede sentirse eximido de la preocupación por los pobres y la justicia social. En Laudato Si', introdujo la justicia socioambiental, señalando que un verdadero enfoque ecológico debe integrar la justicia en los debates sobre el medio ambiente, escuchando “tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” y considerando la justicia intergeneracional. En Fratelli Tutti, relacionó la caridad con la transformación institucional de la historia y la necesidad de la justicia social para la ciudadanía política. Finalmente, en Dilexit Nos, subraya el sentido social de la reparación, llamando a construir una “civilización del amor”. Siguió a Juan Pablo II en la necesidad de combatir las “estructuras de pecado" y la “alienación social” que impiden la solidaridad. Insiste en que la misión cristiana implica derramar el bien y servir a los demás, especialmente a los más pobres, como una manifestación del amor de Cristo.

Conclusión

La justicia social es un deber de todos los miembros de la sociedad y una exigencia ineludible del orden moral y de la fraternidad humana y cristiana. Las excesivas desigualdades económicas y sociales son escandalosas y se oponen a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz social e internacional.

Lejos de ser un ideal, la justicia social exige una actividad intensa que madura en la tranquilidad del orden, demostrando la importancia de la acción del Estado y de los diferentes organismos sociales. 

Supone un esfuerzo constante en favor de un orden social más justo, donde los conflictos se resuelvan mediante el diálogo, la organización comunitaria y la solidaridad. La promoción de la justicia social es una parte intrínseca de la misión de la Iglesia, que busca desarrollar, desde la fe en Cristo y su doctrina, los valores sociales necesarios para que las estructuras sean realmente más justas y equitativas.

El mundo hoy aparece marcado por intereses mezquinos, divulgados por famosos, acaudalados empresarios y hasta políticos de las más altas esferas de la organización civil. Desde esta perspectiva, la justicia social se ve más atacada que nunca.

En este contexto, la solidaridad y la fraternidad son fundamentales para superar una visión limitada o malintencionada de la justicia. Se tratará entonces de construir sí una sociedad que asegure la dignidad humana, la salud y el bienestar espiritual para todos. Esto requiere adhesión de fe, esto es doctrina. 

miércoles, 14 de mayo de 2025

 AUTORIDAD POLÍTICA E IDEOLOGÍAS



Invitamos muy especialmente al Ciclo 2025 "Análisis de las Ideologías" del Centro de Estudios Cívicos Fabiela Meneghini. Las entregas también pueden visualizarse en el blog del "Foro Azul y Blanco" ( https://foroazulyblanco.blogspot.com/2025/05/video_13.html) y en el Canal de YouTube 

https://www.youtube.com/watch?v=JUDB3OMEqyQ




sábado, 10 de mayo de 2025

 


¿QUIEN ES JESÚS? Homilía de León XIV 9-5-2025


«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Con estas palabras Pedro, interrogado por el Maestro junto con los otros discípulos sobre su fe en Él, expresa en síntesis el patrimonio que desde hace dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, custodia, profundiza y trasmite. Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y el que nos revela el rostro del Padre. En Él Dios, para hacerse cercano a los hombres, se ha revelado a nosotros en los ojos confiados de un niño, en la mente inquieta de un joven, en los rasgos maduros de un hombre (cf. CONCILIO VATICANO II, Const. pastoral Gaudium et spes, 22), hasta aparecerse a los suyos, después de la resurrección, con su cuerpo glorioso. Nos ha mostrado así un modelo de humanidad santa que todos podemos imitar, junto con la promesa de un destino eterno que, sin embargo, supera todos nuestros límites y capacidades. Pedro, en su respuesta, asume ambas cosas: el don de Dios y el camino que se debe recorrer para dejarse transformar, dimensiones inseparables de la salvación, confiadas a la Iglesia para que las anuncie por el bien de la humanidad. Nos las confía a nosotros, elegidos por Él antes de que nos formásemos en el vientre materno (cf. Jr 1,5), regenerados en el agua del Bautismo y, más allá de nuestros límites y sin ningún mérito propio, conducidos aquí y desde aquí enviados, para que el Evangelio se anuncie a todas las criaturas (cf. Mc 16,15).


Dios, de forma particular, al llamarme a través del voto de ustedes a suceder al primero de los Apóstoles, me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador (cf. 1 Co 4,2) en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; de modo que esta sea cada vez más la ciudad puesta sobre el monte (cf. Ap 21,10), arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto gracias a la magnificencia de sus estructuras y a la grandiosidad de sus construcciones —como los monumentos en los que nos encontramos—, sino por la santidad de sus miembros, de ese «pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz» (1 P 2,9).


Con todo, por encima de la conversación en la que Pedro hace su profesión de fe, hay otra pregunta: «¿Qué dice la gente —pregunta Jesús— sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16,13). No es una cuestión banal, al contrario, concierne a un aspecto importante de nuestro ministerio: la realidad en la que vivimos, con sus límites y sus potencialidades, sus cuestionamientos y sus convicciones.


«¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?» (Mt 16,13). Pensando en la escena sobre la que estamos reflexionando, podremos encontrar dos posibles respuestas a esta pregunta, que delinean otras tantas actitudes. En primer lugar, está la respuesta del mundo. Mateo señala que la conversación entre Jesús y los suyos acerca de su identidad sucede en la hermosa ciudad de Cesarea de Filipo, rica de palacios lujosos, engarzada en un paraje natural encantador, a las faldas del Hermón, pero también sede de círculos crueles de poder y teatro de traiciones y de infidelidades. Esta imagen nos habla de un mundo que considera a Jesús una persona que carece totalmente de importancia, al máximo un personaje curioso, que puede suscitar asombro con su modo insólito de hablar y de actuar. Y así, cuando su presencia se vuelva molesta por las instancias de honestidad y las exigencias morales que solicita, este mundo no dudará en rechazarlo y eliminarlo.


Hay también otra posible respuesta a la pregunta de Jesús, la de la gente común. Para ellos el Nazareno no es un charlatán, es un hombre recto, un hombre valiente, que habla bien y que dice cosas justas, como otros grandes profetas de la historia de Israel. Por eso lo siguen, al menos hasta donde pueden hacerlo sin demasiados riesgos e inconvenientes. Pero lo consideran sólo un hombre y, por eso, en el momento del peligro, durante la Pasión, también ellos lo abandonan y se van, desilusionados.


Llama la atención la actualidad de estas dos actitudes. Ambas encarnan ideas que podemos encontrar fácilmente —tal vez expresadas con un lenguaje distinto, pero idénticas en la sustancia— en la boca de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo.


Hoy también son muchos los contextos en los que la fe cristiana se reduce a lo absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer.


Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece. Y, sin embargo, precisamente por esto, son lugares en los que la misión es más urgente, porque la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad.


No faltan tampoco los contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o a un superhombre, y esto no sólo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho.


Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).


Es fundamental hacerlo antes de nada en nuestra relación personal con Él, en el compromiso con un camino de conversión cotidiano. Pero también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando a todos la Buena Noticia (cf. CONCILIO VATICANO II, Const. dogmática, Lumen gentium, 1). Lo digo ante todo por mí, como Sucesor de Pedro, mientras inicio mi misión de Obispo de la Iglesia que está en Roma, llamada a presidir en la caridad la Iglesia universal, según la célebre expresión de S. Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Romanos, Proemio). Él, conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribía a los cristianos que allí se encontraban: «en ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no verá más mi cuerpo» (Carta a los Romanos, IV, 1). Hacía referencia a ser devorado por las fieras del circo —y así ocurrió— pero sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad, desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.


Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia.

sábado, 26 de abril de 2025

 


POBREZA: PIDEN SE DECLARE EMERGENCIA ALIMENTARIA EN CÓRDOBA


Por Guillermo Heredia

Publicado en: www.cba24n.com.ar/


“Se valora el diálogo y la participación, pero hasta acá no hemos tenido respuestas concretas” dijeron. En colaboración con la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC se presentó un proyecto de ley a legisladores y concejales, quienes prometieron “ocuparse del tema”. Según el Indec, en el Gran Córdoba, el 35,5% de la población está por debajo de la línea de pobreza.



Los datos y las estadísticas que reflejan el flagelo de la pobreza en Córdoba abundan. Ocurre que no siempre son leídos a tiempo y con el grado de sensibilidad, compromiso y responsabilidad necesarios por quienes tienen la obligación de darle un atisbo de solución.


Por cuestiones metodológicas, recién hace unos días el Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) dio a conocer que en el segundo semestre de 2024 en el Gran Córdoba la pobreza alcanzó a 569.654 personas, o sea el 35,5% de la población.


Y aunque hay quienes se apuraron en destacar que esos datos significaron una caída del 14% de la pobreza respecto del primer semestre del mismo 2024 (por mero efecto de una baja en la inflación luego de una primera mitad de año en la que estuvo descontrolada), lo cierto es “un hogar de cuatro integrantes en marzo necesitó de $ 1.100.266,99 para superar el umbral de pobreza”, o sea un 4% más que en febrero.


Cruda realidad

Esa realidad es la que se vive en las calles de Córdoba y la que a diario transitan quienes integran la Mesa de Emergencia Alimentaria, una ONG creada por distintas organizaciones sociales que le ponen el hombro a la difícil tarea de colaborar para que los cordobeses de escasos recursos tengan al menos un plato de comida sobre la mesa.


Junto a ellos está trabajando el Arzobispado de Córdoba, a través de la Vicaría de los Pobres y la Pastoral Social. Todos propiciaron durante la semana que pasó el quinto encuentro de la Mesa Alimentaria Intersectorial, un espacio de diálogo que congrega a organismos públicos, privados y organizaciones sociales que trabajan para promover soluciones a la realidad alimentaria de los más vulnerables.


El dato distintivo de este último encuentro fue que contó con la presencia de los jefes de bloques del Concejo Deliberante y de la Unicameral, a los que se les presentó un proyecto de ley elaborado entre las organizaciones sociales y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).


Punto por punto

La iniciativa plantea algunos ejes centrales: Declarar la emergencia alimentaria en la Provincia; incrementar la asignación presupuestaria destinada a dispositivos alimentarios; unificar los registros de espacios comunitarios que prestan servicios alimentarios; reconocer la labor de las personas que trabajan en los comedores; e institucionalizar el espacio de encuentro.


Entre los presentes estuvieron los legisladores Rodrigo Agrelo, Gregorio Hernández Maqueda, Walter Nostrala y Dante Rossi, y los concejales Fabiana Gutiérrez, Gabriel Huespe, Claudia Luján, Rosana Pérez y Martín Simonian.


No fue la primera vez que el sector político se acercó a la iniciativa. Ya lo habían hecho la ministra de Desarrollo Social y Promoción del Empleo de la Provincia, Laura Jure, y el secretario de Políticas Sociales de la Municipalidad de Córdoba, Raúl La Cava.


Habrá que ver si entre todos consiguen mejorar la ayuda oficial que ya existe para paliar tan difícil situación.



Propuestas

Luego de interiorizarse de la propuesta, Rodrigo Agrelo, de Encuentro Vecinal Córdoba, sostuvo que “se podría reforzar la asistencia a los comedores populares si se posterga la ampliación de la playa de estacionamiento del Estadio Mario Alberto Kempes, que va a costar 14 mil millones de pesos, o las refacciones al Casino de Villa Carlos Paz, que saldrán 1.500 millones de pesos según el presupuesto”.


Por su parte, Walter Nostrala dijo que el bloque del Frente Cívico en la Unicameral “estudiará a fondo” la propuesta recibida y oportunamente “sugerirá aportes o modificaciones”. “Pero seguro apoyaremos la iniciativa” sintetizó Nostrala.


En veremos

Si bien desde la Mesa de Emergencia Alimentaria destacaron el diálogo conseguido, se mostraron preocupados ante la falta de respuestas concretas. “Que se apruebe el proyecto de ley que presentamos sería ideal, pero queremos tener respuestas a corto plazo y hasta acá no ha ocurrido. Hay puntos de los solicitados que se podrían ir gestionando, como la unificación de padrones, pero no está ocurriendo. Vemos voluntad del Ejecutivo provincial y municipal, pero ninguna respuesta clara. Hay escucha y diálogo, y lo rescatamos, pero la situación amerita respuestas concretas de algunas de las cosas que venimos planteando”, afirman, preocupados.


En los cuatro encuentros previos siempre había existido presencia de los poderes Ejecutivos, pero en esta última reunión, realizada el miércoles en la sede del Arzobispado, se sumaron representantes del Poder Legislativo.


“La declaración de la emergencia serviría para darle una herramienta al Ejecutivo para que pueda reasignar partidas ya presupuestadas a políticas públicas alimentarias, a través de distintos programas de asistencias socio comunitarios”, sostienen los impulsores del proyecto, para quienes conseguir que se apruebe el proyecto de ley presentado les daría “previsibilidad en el tiempo” y no los obligaría a “discutir cada año teniendo en cuenta el contexto político del momento”.



¿FUE MAMERTO ESQUIÚ EL PRIMER HISPANISTA ARGENTINO?



Por Germán Masserdotti

La Prensa, 30.03.2025


La Hispanidad, como tema, no se ha puesto de moda dado que ella es un clásico. Lo que sucede es que ha cobrado la actualidad como respuesta al globalismo secularista. Podría decirse que la naturaleza –y la gracia– vuelven por sus fueros. Una –la naturaleza– y otra –la gracia– debido a que la Hispanidad es un ejemplo de orden social cristiano. Bastaría recordar la consideración que el Derecho Indiano tenía de las jerarquías naturales en la organización social de los pueblos indígenas, por una parte, y la misión evangelizadora de la Corona española en América, por otra, para terminar por concluir en la singularidad del “caso español” a lo largo de la historia y en comparación con otras potencias europeas.


En este contexto de reviviscencia del tema de la Hispanidad, resulta interesante plantear una pregunta vinculada al desarrollo del concepto bajo estudio. Partimos de un hecho: el aporte de la Argentina al estudio de la Hispanidad es por demás importante. No solamente porque hay expositores nacionales del asunto sino también porque en nuestra tierra vivieron autores españoles que son, por otra parte, faros obligados a la hora de profundizar en la noción de Hispanidad. Valga menciona a dos de ellos: Ramiro de Maeztu y el P. Zacarías de Vizcarra.

La pregunta, entonces, es la siguiente: ¿quién puede considerarse el primer hispanista argentino?

La respuesta está suponiendo la aclaración de qué es un hispanista. Brevemente, y sabiendo que puede haber mejores caracterizaciones, podría decirse que hispanista es aquel que se interesa por la obra de España en América y Las Filipinas, la estudia y difunde y, no menos importante, establece una relación empática con ella. Empatía, por otra parte, que no excluye una mirada crítica desde la buena fe.

ELOGIO FUNEBRE

Dicho esto, en la búsqueda de antecedentes para responder a la pregunta planteada, figura un escrito del beato fray Mamerto Esquiú (1826-1883) conocido como “Elogio fúnebre del ilustrísimo fundador de la Universidad de Córdoba, Rmo. D. Fr. Fernando de Trejo y Sanabria”, pronunciado en la Iglesia de la Compañía de Jesús, el 23 de diciembre de 1881. Este elogio fúnebre Esquiú lo pronunció en la Ciudad de Córdoba.

Allí dice el fraile catamarqueño, en lo que se refiere a nuestra materia:

"A juicio de todo el mundo ilustrado, el siglo XVI fue para la España un verdadero siglo de oro en las letras, en las bellas artes y en hechos de sin par magnificencia; era aquel la digna corona del héroe de setecientos años por la fe y por la patria. Pero lo que no siempre se tiene en cuenta es que ese siglo fue de tanto valor para las letras y grandes hechos, sino porque fue de encumbradísimo mérito en la piedad cristiana.

Para conocer la íntima y admirable relación que lo bello, verdadero y fuerte de aquel siglo tenían con la fe y piedad cristiana que florecían en España, basta nombrar a Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, los tres Luis (de Granada, de León y Vives), Cervantes, Herrera y Velázquez de Silva, Garcilaso de la Vega (el de Toledo), y Calderón de la Barca, que fue como el digno crepúsculo de ese gran día. Basta mencionar el Escorial, las gigantescas campañas de América, la batalla de Lepanto, y hombres como Cisneros, Felipe II e Ignacio de Loyola. ¡Ah! Qué astro del cielo cristiano era esa España, que a un mismo tiempo despedía hacia el oriente hasta la India y el Japón un rayo de luz como Francisco Javier, y hacia el occidente hasta las playas del Océano Pacífico un Toribio de Mogrovejo y un Francisco Solano, sin hablar de las Rosas de Lima y de las Azucenas de Quito, y los Sebastián de Aparicio y Felipe de Jesús de México. Sin temor a ser desmentidos, podemos decir, y siendo obligación de los hijos confesar y honrar a la madre, sin temor, repito, podemos y debemos decir que la España, nuestra madre, fue en el siglo XVI un verdadero sol de la civilización cristiana, por su resplandor purísimo y por los rayos de verdad y de gracia que ha irradiado hasta las extremidades de la tierra”.

El fragmento transcripto, como puede apreciarse, contiene muchas virtualidades. Aquí me interesa destacar algunas de ellas.

Afirma Esquiú que el dorado siglo XVI en España era “la digna corona del héroe de setecientos años por la fe y por la patria”. Es decir, esa España que se convertiría en descubridora de las Indias desde fines del siglo XV hasta poco más de mediados del siglo XVI estaba animada por el espíritu de reconquista que había forjado a los peninsulares al punto de marcar de modo indeleble la nacionalidad española con el signo de la Catolicidad –tema que trata otro gran hispanista como Manuel García Morente–. Podría plantearse, entonces, que la empresa evangelizadora del Descubrimiento, conquista y pacificación de América fue un sucesor de esa Reconquista española que combatió victoriosamente contra el Islam.

De este modo, se comprende mejor la afirmación final de Esquiú en el fragmento transcripto: “podemos y debemos decir que la España, nuestra madre, fue en el siglo XVI un verdadero sol de la civilización cristiana, por su resplandor purísimo y por los rayos de verdad y de gracia que ha irradiado hasta las extremidades de la tierra”.

SENTIDO MISIONAL

 Fuera del aspecto entrañable que tiene afirmar que España es “nuestra madre”, lo importante es señalar que, para Esquiú, ella fue “un verdadero sol de civilización cristiana” y que este orden social según el derecho natural y cristiano lo irradió “hasta las extremidades de la tierra”. En este sentido, la justificación de la presencia de España en América y Las Filipinas fue el sentido misional, es decir, evangelizador. Por esto el descubrimiento, la conquista y la pacificación deben entenderse a la luz de esa finalidad cristianizadora. La finalidad evangelizadora suscitó, evidentemente, un orden social consecuente. Mucho de esta configuración social se debió al monumental Derecho Indiano, una pieza única en la historia universal.


Entonces, teniendo en cuenta que el beato Esquiú pronunció este elogio fúnebre en 1881, ¿se lo podría considerar el primer hispanista argentino? A cuenta de hacer una investigación más exhaustiva, podría sostenerse como probable esta condición de primera. En cuanto a su condición de hispanista, se podría afirmar que lo fue no tanto porque abundan los textos como por la contundencia del texto transcripto.

jueves, 17 de abril de 2025

 


Victoria del sentido común


El Supremo británico limita la definición legal de «mujer» al sexo biológico

El Tribunal Supremo del Reino Unido ha sentenciado que los términos «mujer» y «sexo», según la Ley de Igualdad de 2010, se refieren únicamente al sexo biológico, excluyendo así a las mujeres trans con certificado de reconocimiento de género. El auto supone un triunfo tanto del sentidó común como de las organizaciones feministas contrarias a que un hombre pueda cambiarse el sexo de forma legal.


16/04/25 5:44 PM


(InfoCatólica) El Tribunal Supremo del Reino Unido ha resuelto que la Ley de Igualdad de 2010, uno de los pilares legales contra la discriminación en el país, define a la mujer exclusivamente como persona de sexo biológico femenino. La decisión, adoptada por unanimidad por los cinco magistrados del Alto Tribunal, responde a un recurso presentado por el grupo escocés For Women Scotland (FWS), que impugnaba una ley de 2018 del Parlamento de Edimburgo.


Dicha ley establecía una cuota mínima del 50 % de mujeres en los consejos de administración de organismos públicos. El Gobierno escocés, respaldado por una enmienda del Partido Laborista, consideraba que en ese porcentaje debían incluirse también a las mujeres trans, incluso sin certificado de reconocimiento de género (GRC). Esta interpretación fue la que llevó a FWS a recurrir ante el Supremo.


El juez Patrick Hodge, vicepresidente del tribunal, señaló que «los términos mujer y sexo en la Ley de Igualdad de 2010 se refieren a una mujer biológica y al sexo biológico», y subrayó que la sentencia «no debe leerse como una victoria de un grupo sobre otro». El dictamen no elimina las protecciones legales para las personas trans, que siguen cubiertas por la característica protegida del cambio de sexo.


J.K. Rowling financió el proceso

Aidan O’Neill, abogado de FWS, argumentó que la interpretación del Parlamento escocés excedía sus competencias y que el significado de «sexo» debía entenderse según su uso común y biológico. Tras un fallo judicial inicial desfavorable, FWS obtuvo permiso para llevar el caso al Supremo, financiando el proceso con casi 270.000 euros, de los cuales más de 80.000 fueron aportados por la escritora J.K. Rowling, que lleva años sufriendo todo tipo de ataques y boicots por negarse a aceptar que quien ha nacido como mujer pueda ser considerado un hombre.


La sentencia ha sido aplaudida por los colectivos feministas que defienden una distinción entre sexo y género. «El tribunal nos ha dado la respuesta correcta: la característica protegida del sexo se refiere a la realidad, no al papeleo», declaró Maya Forstater, de la organización Sex Matters.


Golpe a la ideología woke y sus valedores

El fallo ha sentado mal entre los grupos de defensa de los derechos trans. La organización Scottish Trans pidió prudencia ante posibles alarmismos, mientras que Amnistía Internacional advirtió de que excluir a las mujeres trans de la protección por sexo podría contravenir las normas internacionales de derechos humanos. La diputada de los Verdes escoceses, Maggie Chapman, calificó la decisión de «profundamente preocupante para los derechos humanos».


Lo cierto es que la sentencia es un duro golpe a la ideología woke en Occidente, similar al que ha supuso la llegada de nuevo de Donald Trump a la presidencia de EE.UU, quien no dudó en recordar algo tan elemental como que solo hay dos sexos.


Queda ahora en manos del Gobierno del laborista Keir Starmer decidir si reforma la Ley de Igualdad para dar una definición más inclusiva de «mujer», como prometió durante la campaña electoral. La sentencia, no obstante, marca un precedente legal que puede tener efectos duraderos sobre el debate en torno a los derechos de las personas trans en el Reino Unido.


miércoles, 16 de abril de 2025

Marcelo Gullo | Clase Magistral en la Escuela Luján