No poner las manos encima de la patria
Por Aurelio García Elorrio (*)
LaVoz, 22/4/2024
No
hay dudas de que Javier Milei puso las manos sobre la patria. Había
otras formas de sanar a la Argentina, pero ni él ni sus socios de la
“casta” estaban en condiciones de entenderlo.
En
el balotaje del 19 de noviembre pasado, expresé públicamente, y
está documentado, que aconsejaba no votar a los dos candidatos que
quedaron. Expresé que no era lavarme las manos, sino “no ponerlas
sobre la patria…”.
Me preocupaba de Javier Milei su
personalidad agresiva, que era lo último que necesitaba nuestra
patria para emprender un camino de concordia en busca de un proyecto
de nación que nos comprenda a todos.
El
mensaje “anticasta” se instaló con mucha fuerza, pero lo que no
nos dijo Milei en su campaña era que la destrucción de la casta
pasaba previamente por el esfuerzo brutal del pueblo.
Se
alió con grandes exponentes de la “casta” (Mauricio Macri y
Patricia Bullrich) e intenta poner en marcha un plan de ajuste
operado por el riñón de Macri (Luis Caputo); y, con una política
de shock, cerró la fábrica de inflación que era la impresión
irresponsable de moneda, retrajo la masa monetaria, obligó a los
tenedores de dólares a que salieran a cambiarlos para pagar
compromisos con ahorros, bajó la cotización del dólar blue y puede
mostrar esa mágica solución del déficit primario en el “mayor
ajuste de la historia”, como él dice. No conforme con ello,
acuerda con el kirchnerismo la composición de una Corte Suprema de
Justicia benevolente con Cristina Kirchner.
Pero al mostrar lo
anterior, no puede esconder que sus medidas le costaron a la
Argentina, sólo en tres meses, 3,2 millones de nuevos pobres. Está
claro: enfrenta primero al pueblo y, para ello, se alió a la
“casta”.
No hay dudas de que puso las manos sobre la
patria. Había otras formas de sanar a la Argentina, pero ni él ni
sus socios de la “casta” estaban en condiciones de
entenderlo.
Sólo la humildad y el servicio como norte,
el diálogo franco, sumados al espíritu de concordia, pueden lograr
un nuevo proyecto para una nación por construir, donde no quede
nadie afuera, especialmente en nuestra patria, donde miles de niños
son abortados cruelmente en virtud de disposiciones administrativas
nacionales que permiten la venta en farmacias de los fármacos
letales.
Lamentablemente, ese acuerdo nacional necesita de una
preparación en la cultura del encuentro, casi imposible en la forma
que el actual Presidente y sus variados socios de la casta se
embisten para la tribuna, en una horrible búsqueda de votos, gracias
al “rentismo de grieta”.
Pero no conforme con lo
anterior, y como suele suceder con este tipo de personalidades, ahora
pone de nuevo las manos sobre la patria al pretender que todos los
argentinos entendamos su relacionamiento con el querido pueblo judío.
Pero confunde al pueblo judío con las autoridades actuales y
circunstanciales del Estado de Israel, que por fortuna no son lo
mismo.
Si no, pregúntenles a los 25 mil civiles palestinos
(miles de mujeres y niños) que, según la agencia específica de la
ONU, fueron asesinados, y a los 62.681 palestinos civiles que fueron
heridos en el intento de las autoridades circunstanciales del Estado
de Israel para castigar a Hamas por sus horrorosos crímenes del 7 de
octubre pasado.
Ahora bien, destruir a Hamas produciendo un
brutal genocidio en Gaza, poniendo en riesgo a sus propios rehenes
secuestrados, muchos de ellos argentinos, no tiene nombre ni perdón,
como no tiene nombre ni perdón lo que pasó el 7 de octubre.
Si
a raíz de esos complicados relacionamientos, que sólo pueden
explicarse en el fuero íntimo del Presidente y no en una prudente
lectura de la realidad, nuestra patria sufriera alguna nueva agresión
extranjera, habrá un solo responsable. Y ese es Milei.
El
artículo 219 del Código Penal se ocupa de estas situaciones, más
cuando aún no se puso en marcha el Consejo de Defensa Nacional,
previsto en el artículo 14 de la ley 23.554.
Lo hecho,
hecho está. Ahora es nuestro Presidente. Si le va bien a él, nos
irá bien a todos. Apoyar a un presidente constitucional no significa
no expresarle sus errores, más cuando algunos son brutales. Esto es
responsabilidad especial de quienes lo votaron. Son ellos,
precisamente, quienes tienen el derecho y la obligación de
requerirle las rectificaciones necesarias.
El “pacto de
mayo” tiene que ser un pacto de libertad y dignidad del pueblo que
vive en las provincias, pero nunca una sala de castigo donde los
gobernadores entren al compás de los látigos. Si no se hace bien,
jamás será un pacto para recordar: sólo será un acting más de
esta devaluada dirigencia.
* Exlegislador provincial