miércoles, 8 de noviembre de 2023

 SOBRE LA LIBERTAD Y EL LIBERALISMO

 Por Mario Meneghini*

En la jornada “Encuentro del Encuentro”, realizada el 4 de noviembre, nos tocó hablar sobre los principios del orden social cristiano. En el momento de las preguntas, se planteó la duda sobre la doctrina católica respecto a la libertad.

Nos parece conveniente resumir la enseñanza del Magisterio, comenzando por lo expuesto en el Catecismo:

1730 Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios dejar al hombre en manos de su propia decisión (Si 15,14), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección” (Gs 17):

El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos (S. Ireneo, haer. 4, 4, 3).

1733 En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay libertad verdadera más que en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a "la esclavitud del pecado" (cf Rom 6,17).

1734 La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos

1736 Todo acto directamente querido es imputable a su autor: Así el Señor pregunta a Adán tras el pecado en el paraíso: "¿Qué has hecho?" (Gn 3,13). Igualmente, a Caín (cf Gn 4,10). Así también el profeta Natán al rey David, tras el adulterio con la mujer de Urías y la muerte de éste (cf 2 S 12,7-15).

1738 La libertad se ejerce en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y responsable. Todos están obligados a no conculcar el derecho que cada uno tiene a ser perfecto. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana, especialmente en materia moral y religiosa (cf DH 2). Este derecho debe ser reconocido y protegido civilmente dentro de los límites del bien común y del orden público (cf DH 7).

1740 Amenazas para la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer todo. Es falso concebir al hombre "sujeto de esa libertad como un individuo autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales" (CDF, instr. "Libertatis Conscientia", 13).

Por otra parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con mucha frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la caridad.

Apartándose de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad de sus semejantes y se rebela contra la verdad divina.

Con respecto a las ideologías modernas, expresamos que todas ellas han sido condenadas por la Iglesia; la primera de ellas, el Liberalismo, por la encíclica Libertas, de León XIII, en 1888.

A quienes consideran que la doctrina ha sido modificada con el tiempo, debemos mencionarles que ningún documento posterior ha alterado dicho rechazo. Más cerca, en 1971, Pablo VI, en Octogesima adveniens, advierte:

“El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio, tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su concepción del hombre, ni a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva: ni a la ideología liberal, que cree exaltar la libertad individual substrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como un fin y un criterio más elevado del valor de la organización social.” (P. 26)

León XIII, distinguió tres grados de liberalismo (1)

El primero, supone la plena soberanía de la razón que “se hace a sí propia sumo principio y fuente, y juez de la verdad”; este liberalismo pretende que “en el ejercicio de la vida ninguna potestad divina hay que obedecer, sino que cada uno es ley para sí”; admitido que no existe autoridad sobre el hombre, “síguese no estar fuera de él y sobre él la causa eficiente de la comunidad y sociedad civil, sino en la libre voluntad de los individuos, tener la potestad pública su primer origen en la multitud”; cada uno es la propia norma y de ahí que “el poder sea proporcional al número, y la mayoría del pueblo sea la autora de todo derecho y obligación”. (2)

El segundo: como se ha visto en los textos de los padres del liberalismo moderno, muchos de ellos (desde Locke) aceptan los límites de la razón y aún la existencia de la ley eterna; “más juzgando –sostiene León XIII- que no se ha de pasar más adelante, niegan que esta sujeción del hombre libre a las leyes, que Dios quiere imponerle, haya de hacerse por otra vía que la razón natural”. (3)

Este racionalismo naturalista, pero deísta..., es más contradictorio que el liberalismo ateo.

El tercero: el liberalismo muy moderado, propio de aquellos que no quieren renunciar a su fe cristiana y que rechazan (o así lo creen) todo cuanto es contrario a la Revelación, sostienen, dice el Papa que, “se han de regir según las leyes divinas la vida y las costumbres de los particulares, pero no las del Estado. Porque en las cosas públicas es permitido apartarse de los preceptos de Dios, y no tenerlos en cuenta al establecer las leyes. De donde sale aquella perniciosa consecuencia: que es necesario separar la Iglesia del Estado”. (4)

Tanto el liberalismo extremo (ateo), como el liberalismo moderado (deísta), como el liberalismo muy moderado (cristiano), admiten una zona (el orden temporal) de autosuficiencia del hombre: el primero porque niega la existencia de un orden trascendente al temporal; el segundo porque lo ignora y el tercero porque lo separa.

En el orden práctico, viene a resultar lo mismo.

  1) Utilizamos el análisis del Prof. Caturelli; “Examen crítico del liberalismo como concepción del mundo”; Gladius, 2008, pp. 48-50.

   2) Libertas, n° 11.

   3) Libertas, n° 12.

   4) Libertas, n° 13.

 *Doctor en Ciencia Política - Director del Centro de Estudios Cívicos (Córdoba)

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